Salud mental y salud física: un binomio inseparable
La salud mental ha sido, históricamente, motivo de controversia. Los pronósticos no son nada favorables a medida que pasa el tiempo. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, aproximadamente 260 millones de personas padecen de ansiedad; y 300 millones de personas tienen diagnosticado un trastorno por depresión. Entre 2005 y 2015, los enfermos por depresión aumentaron un 18%. Sin salud mental, no hay salud física. Es muy importante que haya profesionales capacitados para aportar soluciones a esta problemática. Si te interesa el campo de la psicología y/o psiquiatría, te recomendamos que eches un vistazo a nuestro Máster en Salud Mental.
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El estigma de la salud mental
La salud física va estrechamente ligada al estado mental de las personas. Hasta el momento, se han valorado de forma independiente, lo que ha ocasionado grandes dificultades a la hora de prevenir y diagnosticar todo tipo de dolencias físicas. Los tratamientos médicos, además, deben ser adecuados en ambos casos y adaptarse a las necesidades del paciente.
Hay un gran estigma social, laboral y familiar que, en numerosas ocasiones, da lugar a una situación de rechazo y aislamiento hacia la persona enferma. Varias organizaciones se encargan de luchar contra esta discriminación, en especial contra medidas como el uso de correas en hospitales o la medicación forzada, ya que constituye una violación de los derechos humanos.
Las enfermedades mentales son una de las principales causas de absentismo laboral y falta de productividad, lo que genera grandes pérdidas económicas. Además, hay alicientes como series o programas de televisión que retratan a los enfermos mentales como personas agresivas, problemáticas y causantes de vergüenza ajena. Alejandro Guillén, director del departamento de comunicación de la Confederación de Salud Mental de España, afirmó que, actualmente, hay mayor aceptación social hacia estas enfermedades. Esto se debe a que, por ejemplo, los trastornos por ansiedad o depresión suelen ser más comunes y más fáciles de superar. El hashtag impulsado por Guillén, #NoTeHagasElLoco, pretendía que los pacientes hablasen sobre esta problemática con el objetivo de acabar con la desinformación y los prejuicios.
Distinguir entre emoción y enfermedad
Probablemente habréis escuchado a más de una persona decir que tiene “depresión post…” o “ansiedad”. Las enfermedades mentales no están normalizadas, y debemos aprender a distinguir entre un estado mental momentáneo y una psicopatía. Estar tristes por volver al trabajo después de unas vacaciones no significa tener depresión. De la misma forma, estar nervioso por un examen o una entrevista de trabajo no significa tener ansiedad.
Un verdadero trastorno mental puede dar lugar a enfermedad físicas tales como psoriasis, esclerosis múltiple o enfermedades cardiovasculares como hipertensión o taquicardia. Las personas que sufren de una psicopatía ven dificultado su día a día hasta el punto de no poder acudir a su lugar de estudio o trabajo o no poder realizar actividades tan comunes como cuidar su higiene, comer o dormir.
La falta de acceso a una atención adecuada en salud mental no es problema únicamente de países subdesarrollados o en desarrollo. No hace falta irnos más lejos de España, pues una cita al psicólogo a través de la sanidad pública puede tardar entre uno y cuatro meses en ser otorgada. Durante este largo período de tiempo, el paciente puede pasar por numerosas crisis que perjudican su enfermedad de forma grave.
Muchas personas conocidas internacionalmente, como Lady Gaga, Britney Spears o Justin Bieber, han hablado abiertamente sobre enfermedades mentales e, incluso, adicciones. Gracias a su contribución, muchos jóvenes tienen mejores referencias en cuanto a salud mental y se atreven a explicar su problemática.
Autoestima y salud mental van de la mano
La autoestima va estrechamente ligada a la salud mental, pues es una valoración personal sobre nosotros/as mismos/as, que incide de forma directa en nuestras acciones, pensamientos y actitud. La autoestima influye, de forma positiva o negativa, en nuestro desarrollo mental, nuestras relaciones interpersonales, nuestras decisiones o nuestra situación profesional, entre muchos otros factores.
Tener una autoestima baja puede producir sensación de abandono, lo que empujará a la persona afectada a actuar de una forma dependiente y tóxica. Este comportamiento ocasiona la formación de relaciones interpersonales perjudiciales, normalmente caracterizadas por el abuso, la dependencia emocional, el maltrato y la manipulación. Además, puede dar lugar a enfermedades mentales más graves como la anorexia nerviosa o la bulimia, que requieren de terapia psicológica y tratamiento psiquiátrico. Por otra parte, también puede ocasionar trastornos del sueño o enfermedades cardiovasculares causadas por la ansiedad y el estrés.
Hablar como vía de escape
El proceso de mejora de una enfermedad mental se inicia, en parte, cuando el paciente habla del problema sin miedo. El silencio no hace más que agravar el problema, pues la persona afectada no dispone de las capacidades necesarias para afrontar su situación diaria, lo que ocasiona una mayor sensación de agobio, estrés y preocupación constante.
Reírse del vacío existencial y emocional es una buena forma de percibir los “problemas” de otro modo. Al menos, es mejor que quedarse callado. Muchas personas, sobretodo jóvenes, se ayudan del lenguaje visual desde un enfoque humorístico, con el fin de compartir situaciones dolorosas con personas semejantes. Los memes, imágenes gráficas con toques de humor absurdo, son una vía de escape para muchos individuos. Estos dibujos o imágenes permiten que el paciente exprese su malestar a través de chistes, con los que pretende que más personas se sientan identificadas.
Mejorar nuestra autoestima con sencillos pasos
No hay un método exacto para mejorar la autoestima, pero sí es indispensable que la persona afectada ponga de su parte. Sabemos que es muy complicado que haya motivación de por medio, por ello el proceso debe ser lento y progresivo, de modo que no se presione al paciente.
- Practicar deporte, por poco que sea. No es necesario salir de casa, aunque sí recomendable. Yoga, pilates, baile o running son deportes al alcance de cualquier persona, que podemos practicar en un espacio cerrado o al aire libre, incluso ayudándonos de video tutoriales para mejorar nuestra técnica.
- Evitar el perfeccionismo. No debemos idealizar a personas, sobretodo. Crear unas expectativas demasiado altas o, incluso, irreales, ocasiona una sensación de preocupación desmesurada que puede dar lugar a trastornos de ansiedad y estrés.
- Desarrollar la asertividad y la independencia como método para crear relaciones interpersonales sanas y libres de toxicidad. Debemos aprender a convivir con nosotros/as mismos/as antes que con cualquier otra persona, pues quien va a acompañarnos en todo momento a lo largo de nuestra vida es nuestra propia persona.
- Organiza tu tiempo y dedica un rato a tus aficiones. Es importante disfrutar de la compañía de otras personas, pero también de la soledad. Dedicar tiempo a actividades que nos hagan sentir bien, como leer, visitar museos, ver películas o series o dibujar, son actividades que nos mantendrán distraídos y mejorarán nuestra autoestima.
- Sociabilizar. Sabemos que padecer de ansiedad social dificulta mucho las relaciones interpersonales de la persona afectada, pero es importante que esta aprenda a integrarse, a hablar con otras personas y a abrirse al mundo sin necesidad de exponer sus debilidades.
Pese a que nosotros/as mismos/as nos podemos “ayudar”, el problema puede superar nuestras capacidades. A veces, la persona afectada debe ser consciente de su problema y acudir a un profesional. Si el trastorno es grave o dificulta en exceso el día a día del individuo, se debe seguir un tratamiento terapéutico adecuado a su enfermedad. Con la ayuda de un/a profesional del sector, podremos elaborar un autoconcepto realista y desarrollar nuestras habilidades personales para mejorar nuestra inteligencia emocional.